Esbozó una sonrisa magnifica.
Fumó su cigarrillo.
-Cómeme- susurro al mismo tiempo que acercaba sus labios a los de él. El momento se estiró como la liga de un arco a punto de lanzar su flecha.
Ambos descubrieron sus respiraciones y en una perfecta sincronía uno de ellos aspiró el humo y el otro lo inhaló sintiendo también la delicia de su aliento.
Abrieron sus ojos.
Su corazón irremediablemente comenzó acelerar el ritmo.
Entendió las señales del universo cuando vio reflejada en su mirada las estrellas,
Parecían desprenderse,
Eran como luciérnagas juguetonas en picada.
Nunca hubo contacto físico.
Las patrullas de la ciudad pasaron con sus sirenas cantando una persecución callejera.
Las luces rojiazules hicieron que cerrara nuevamente los ojos y por un instante pudo rozar con sus mejillas el fuego de aquel hombre.
Cuando los abrió ya no estaba.
La calle volvió a quedar en calma y silencio.
Su entendimiento no le daba respuesta a lo que había ocurrido.
La oscuridad parecía haberse acentuado mil veces pero miró hacia arriba y se hizo testigo de una estrella fugaz.
Se tranquilizó.
La vida le gustaba así,
Mágica y enigmática.
Decidió caminar por la acera hasta llegar al centro.
Estaba acostumbrado a los encuentros casuales pero no a los amores casuales.
Consideró buena idea comenzar a coleccionarlos.
Por un breve momento se enamoró
y la conexión fue tan fuerte que creyó insoportable que durara más tiempo.
Le dio pavor.
-Un minuto más y habría querido matarle-.
Ahora sólo quería relajarse, tomar un café o beber una cerveza.
Demasiada metafísica le daba mareos.
Quería algo terrenal,
Quería sexo.
Se abrió sendero un relámpago.
Unas gotas comenzaron a explotar en su rostro.
Le invadió por toda la columna vertebral un éxtasis
y escupió al vacío las gotas que habían entrado por su boca.
-¡Lluvia traviesa!-.
Percibió que una nube lo seguía pero la idea era tan extraña que la abandonó en un segundo.
Perturbado optó por abordar un taxi.
-¡Lléveme a la segunda!- ordenó muy agitado.
Buscó su billetera y sacó uno de cien.
El billete se hizo humo,
Desapareció de sus manos.
Sacó otro y pasó lo mismo.
Pronto sucedió con la billetera.
Un humo grisáceo y penetrante.
-¡Bájeme aquí!- exclamó y salió corriendo del auto.
Se ocultó en un callejón poco alumbrado.
Trato de sentarse en una jardinera pero se hizo humo
menos el pequeño árbol que encerraba.
Tocó una casa y se hizo humo.
Corrió hacia la avenida y tropezó con una joven,
la tocó
pero sólo sus ropas se convirtieron en humo.
Todos corrían de un lado a otro.
Una tormenta comenzaba a reírse de él.
Metió la mano en su pecho hasta tocarse el corazón.
A la luz de las lámparas y las carcajadas de la lluvia empezó a esfumarse.
Y una vez humo emprendió su asenso al cielo.
Esperaba convertirse en nube y reír junto con sus compañeras.
Esperaba caer como agua en una noche de luciérnagas.
Ese día un hermoso joven volteará hacía arriba
Esbozando una magnífica sonrisa
Muy levemente caerá sobre sus labios
Se deslizará por su lengua húmeda
Se fundirá con el fuego de su cuerpo
Sólo para enamorarlo
Para enamorarse